¡Hola holita, queridos Miguelitos!
¿Qué tal, cómo estáis? Nosotras como siempre, gracias por preguntar. ¿Qué os contáis, aparte de los dedos de los pies? Con suerte, serán 10 en total. Y si los unís a los de las manos, 20. Bastante útiles, estos últimos. Los de los pies en estas fechas, sin embargo, están siempre algo fríos, y aunque hay gente que sabe moverlos, nosotras no somos expertas (aunque sirven para pintárselas. Al menos así aunque sean inútiles son una bonita decoración). Tenemos poca carne de circo, aunque Camino puede poner unos caretos interesantes (talento natural).
Bueno, queridos nuestros. Sabemos que la entrada de hoy comienza rara. Qué le vamos a hacer, hoy nos ha dado por ahí. Y es que veréis, estamos contentas porque el viernes, después de mucho tiempo sin vernos, por fin lo hicimos. Y lo hicimos con una actividad muy
Como ya sabéis, nosotras nos consideramos mejores amigas. Almas gemelas. Chutucluclus. En palabras de Perla Shumajer, somos nuestro amor verdadero, nos amamos, queremos y adoramos mucho, somos las mejores y verdaderas amigas (y eso que todavía no he encontrado la manera de casarnos en matrimonio). Por esta razón, ambas consideramos que estamos en la misma onda. Y por eso cuando vimos este estudio que estaba haciéndose en Telefónica, no dudamos en apuntarnos.
Porque nos queremos. |
Y nada, que nos apetece hablar del experimento. A todo esto, hay que saber que nosotras íbamos preparadas para que nos dijeran que efectivamente éramos almas gemelas y todo eso, y si nos decían que no les íbamos a hacer una peineta acompañada de pedorreta, porque ante todo somos adultas, e íbamos a irnos toda dignas, que nadie puede decirnos si lo somos o no lo somos más que nosotras.
Bueno, pues ¿qué nos ha parecido? Vale, así, sin paños calientes: el experimento ha sido francamente decepcionante.
Lo más destacable es que había una diadema con sensores que medía tus ondas cerebrales, pero tampoco servía de mucho porque tú solo veías líneas de colores moviéndose y no había explicación por ningún lado. Además, preguntabas y te daban respuestas vagas (normal, porque la que nos atendió a nosotras tenía una pinta de no tener ni puta idea de lo que estaba haciendo allí que pa' qué). Además, te hacen dos test (uno antes de la prueba per se y otro después) que dicen de ti lo mismo que puede decir de ti la primera patata que escojas para comer: nada y menos. Son preguntas muy generales sobre nadie en concreto que podrían claramente estar en cualquier test de Buzzfeed para saber qué frase de Pokémon eres. Luego toca meterte en una especie de huevo con eco en el que hablas con la otra persona y puedes ver representado detrás de ella con dibujos lo que técnicamente es vuestro nivel de empatía, pero probablemente fueran más unas representaciones de tus propias ondas cerebrales y de tus emociones durante la conversación que otra cosa. O eso, o psicodelia sin más, pero del chino, porque no era una psicodelia chula chula. Vaya, que mientras nosotras charlábamos sobre lo divino y lo humano, detrás de nosotras se veían como una serie de colores y movimientos aleatorios y nos rodeaban sonidos superzen. Que vaya, no tenemos nada en contra de eso, pero si a nosotras nos representasen unos sonidos realmente serían más característicos de una boda gitana (con perdón a lo políticamente correcto).
No creemos que estas dos cosas combinadas sean capaces de medir la empatía de ninguna manera. Además, al final tampoco te dan una valoración respecto a lo compenetrados o no que estáis los que habéis realizado el experimento. Una mierda, vaya.
Desde nuestro punto de vista, más centrado en la antropología, para poder ver y analizar una representación e incluso un progreso en la empatía de una persona sería más útil realizar un experimento que implicara su interactuación tanto con personas conocidas y queridas como con completos desconocidos y durante un periodo más continuado de tiempo, con temas de conversación planeados y también dejando espacio a la improvisación. De esta manera, las distintas reacciones de una persona respecto a otra y aquellos datos que la interacción pudiera arrojar podrían compararse entre las distintas reacciones y ahí si ver si había una variación en la empatía en distintos grados de relación y tras un trabajo de instrospección al ser uno mismo consciente de estas variaciones podría suponer (o no) una modificación en la empatía o una autorevisión del propio comportamiento.
Dicho esto, la experiencia conjunta no fue mala: comimos ramen juntas con toda la pachorra, hablamos mucho de cosas guays, llegamos tarde al experimento porque comimos ramen juntas con toda la pachorra y hablamos mucho de cosas guays, visitamos nuestra tienda de segunda mano preferida (tienen las mejores gafas de sol) y nos tomamos un batido. Una buena tarde, en conjunto. Además, en el momento en que dejamos de hablar en el huevo del experimento y nos dispusimos a hacer un serio, porque por qué no, de repente los sonidos se hicieron más fuertes y las luces de detrás de nosotras aumentaron de frecuencia y hacia el blanco, por lo que por un momento pensamos que habíamos llegado al nirvana de la mejoramicidad (obviamente hemos llegado al nirvana de la mejoramicidad, no necesitamos que un huevo de colores nos lo diga). Resulta que es que eso marcaba que se había acabado el experimento, pero las miradas de asombro y las risas que nos echamos con eso no nos lo quita nadie.
Habría sido bonito. |
Con mucho amor y brillis brillis
Camino y Marina
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