domingo, 18 de noviembre de 2018

Receta para vagos #20: Espinacas a la crema.

¡Hola holita, Miguelitos!

¿Como váis llevando esta semana semaneta de batuta y baqueta? (Cada vez rimamos peor). ¿Vosotros tampoco sabéis cómo vestiros por culpa del loco tiempo? ¿También salís un día con abrigo gordo y luego hace un calor que te torras y al día siguiente salís con chaqueta y empieza a llover? Si esto es algún tipo de conspiración para acabar con la humanidad a base de confusión e indecisión, hemos de decir que les está funcionando [al menos, nuestro sorpresivo estado enfermo así lo cree (¡Yo nunca me enfermo! Midigestiónesunamierda :D, ¡Pero nunca me enfermo!) (Yo, por el contrario, cada poco caigo. Mis defensas son lo más vago del mundo)].

Nosotras estamos guay. Ayer comimos chinochino (dícese de aquel chino en el que hay chinos comiendo, ergo es un chino de verdad), hotpot, y estaba delicioso. Salimos rodando un poco, pero vale tantísimo la pena. En fin, basta de dar envidia, y entremos ya en la entrada como tal.


Hoy venimos a dejaros una receta que de sana tiene… poco. Bueno, tiene la mitad de la receta, porque la otra mitad es solo por el placer de la gordura más absoluta y glotona (es lo que tiene la bechamel, te aumenta ocho kilos solo con olerla). Estamos hablando del versátil plato de las espinacas a la crema (o bechamel, que no sé por qué pollas se llama la receta «a la crema» si lo que lleva es bechamel). Delicioso (a mí en realidad las espinacas no me gustan, pero todo lo que lleve bechamel y queso es bien para mí) y semisano, perfecto para los días fríos y genial como acompañamiento a otras comidas.

¡Dentro receta!

ESPINACAS A LA CREMA

INGREDIENTES
Espinacas (si son congeladas, mejor).
Un ajo (o medio si le sienta mal. Si no le gusta, no lo eche, pero le abuchearemos por ello).
Harina.
Aceite.
Leche.
Una cucharada de queso crema o un quesito tipo Caserío.

PREPARACIÓN
1. Eche las espinacas en agua hirviendo. La cantidad exacta de espinacas para una persona es fácil de calcular si son congeladas: suelen venir repartidas en cuadrados y cada cuadrado equivale a una ración. Si no las tiene congeladas, suerte. Eche al agua las que su corazón desee y rece a su deidad preferida para que la cantidad esté bien.
2. Mientras las espinacas se cuecen, ponga una olla pequeña o cazo al fuego con un chorreón generoso de aceite (sustituya la mitad de ese aceite por mantequilla si está con el ánimo gordo) y el ajo picado. Remueva un poco para evitar que el ajo se queme y, antes de que se comience a tostar, eche dos cucharadas colmadas de harina (la medida perfecta para una persona. O no. Yo casi siempre me paso un poco, pero como soy una glotona, me lo como todo).
3. Remueva el aceite y la harina hasta que se haga una especie de pasta arenosa y cocínela durante un ratito, no mucho.
4. Coja unas varillas, que para los pasos siguientes la cuchara de madera/silicona ya no sirve de nada.
5. Añada leche, no mucha. Remueva con energía.
6. Añada leche, no mucha. Remueva con energía. 
7. Añada leche, no mucha. Remueva con energía. (No se olvide descansar entre los pasos 5, 6 y 7. No nos responsabilizamos de cualquier lesión que pueda sufrir en el transcurso de esta receta si no lo hace).
8. Siga repitiendo estos pasos anteriores hasta que sienta que al día siguiente va a tener agujetas y la bola de harina, aceite y leche se haya disuelto en una pasta ligera y, a ser posible, sin grumos (de ahí lo de batir con energía).
9. Compruebe qué tal van las espinacas. Con una cuchara, no sea bestia. No necesitan mucho tiempo para cocerse y suelen estar más que listas cuando la bechamel se está acabando de hacer, de modo que sáquelas del agua y escúrralas. Reserve. Si son de las frescas, sáquelas, escúrralas y píquelas lo mejor posible.
10. Salpimente la bechamel y añada una cucharada de queso crema o un quesito tipo Caserío. Tras remover, añada las espinacas y deles un par de vueltas para que se integren bien en la pasta resultante.
11. Sirva y disfrute. Puede comerlas como plato único o usarlas de acompañamiento a alguna fuente de proteína, como bacalao a la plancha. Delicioso.


Es importante, una vez hayáis acabado de comer, Miguelitos, que comprobéis si tenéis paluegos* entre los dientes. Las espinacas a veces son traicioneras y se quedan charlando en los huequillos de los incisivos. Es gracioso para los demás pero, en ocasiones, humillante para vosotros y nosotras, que somos ángeles del Señor, os avisamos para evitaros esos momentos incómodos, porque un trozo de espinaca entre los dientes coincidiendo con un amigo con cámara a mano puede traducirse en toda una vida de cachondeo a tu costa. O si no, decídselo a Camino (todavía tengo los vídeos, son lo más despollante de mi vida) (Era alga wakame y lo hice a propósito. Me reí tanto con la coña que casi me meé encima. Marina, quiero esos vídeos).

Y con esto y un bizcocho (¿DÓNDE ESTÁ? NO LO ESTAMOS VIENDO. No os lo habréis comido, ¿¿no??), nosotras nos despedimos hasta la semana que viene, en la que apareceremos con una nueva entrada, novedosa y genialosa, para vuestro disfrute. Porque somos así. Guays.

Os deseamos una buena semana y mucha suerte en vuestras empresas, que violéis las haciendas de la gente y escapéis en sus mujeres y todo eso que se suele decir (y estamos seguras que había cabras implicadas en algún punto, pero tampoco hemos investigado en profundidad).

Con mucho amor y brillis brillis
Camino y Marina

*Paluego: dícese del resto de alimento que se engancha en los dientes y que se guarda para cuando te entra hambre al rato de haber comido.

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