domingo, 21 de abril de 2019

Días de mierda #8: popurrí de mierda.

¡Hola holita, Miguelitos!


¡Hola holita, cochifritos! Hmmm, cochifritos. Cochifriiiitos… Mierda. Ahora tenemos hambre. Maldición, Miguelitos, es todo vuestra culpa por hacernos quereros y llamaros cosas ricas como cochifritos. Ya os vale.
QUE NOOO, QUE NO ES VUESTRA CULPA, NO OS PONGÁIS TRISTES, COCHIFRITOS NUESTROS. ¿Qué tal, queridos, cómo os va la semana? Esperamos que estupendamente, aunque también admitimos ni fu ni fa. Lo que no os permitimos es que haya sido muy de mierda. ¡Porque eso es de lo que vamos a hablaros hoy!

(Aplausos por esa transición tan sutil y perfecta).

Pues sí, Miguelitos. Hoy os traemos una semana de mierda. Por eso no queremos que también la hayáis tenido vosotros, porque sería competencia desleal  os queremos mucho y ya que nosotras hemos sufrido esta semana (bueno, yo no, la que ha sufrido es Marina), no queremos que también lo hayáis hecho vosotros. Pero lo que hoy os traemos no es solo esta semana. Comenzaremos por el comienzo (y cuando no tengamos nada más que decir, hehe, nos callaremos). Como ya hemos dicho más de una vez, un día de mierda es una acumulación de cosas malas que pasan en un día particularmente malo, o una única cosa que es tan mierda que se gana por sí sola la categoría, pero también hay muchos eventos de mierda que, por sí mismos, son una mierda pero que no son lo suficientemente mierda como para transformar el día entero en una mierda. Capisce?

En fin, que a donde queremos llegar con esta chapa sobre la mierda es a que hoy os vamos a traer un popurrí de eventos de mierda que fueron una gran mierda pero que no llegaron a convertir el día en un día de mierda. Mierda.


Y para que veáis que estas cosas pueden pasar en cualquier momento y que hay Migueles entre nosotros (como si fuéramos cientos) con síndrome de Diógenes incluso con las conversaciones de WhatsApp (cofcofMarinacofcof), empezamos el popurrí con una conversación de WhatsApp que se remonta a 3-4 años atrás (¡OMG! ¡Cómo pasa el tiempo, la Virgen!). Ya sabéis, de aquella maravillosa época en la que éramos universitarias y la vida nos sonreía porque estábamos en ese bonito limbo entre la adolescencia y la adultez en el que podíamos tener la independencia de un adulto pero la visión de la vida de un adolescente (nunca en mi vida, ni siquiera ahora, he tenido la independiencia de un adulto. Dependo de mí misma y soy lo menos adulto del mundo… pero sigamos) y nuestro grado de responsabilidad era confuso y variable y no nos afectaba.


Aquella época maravillosa en la que nuestra mayor preocupación era llegar a clase o que a la de Patrimonio (una de esas profesoras espantosas) no se le cruzaran los cables y nos sacara un ojo con el bolígrafo. A ver, es que esa mujer nos odiaba por razones desconocidas: no lo decimos nosotras, todos en esa clase sabían que por alguna razón que todavía no llegamos a comprender le caíamos mal. Que nos lo preguntaron un día a lo «Oye, ¿habéis bailado samba sobre su tumba y por eso os trata como el ojete?». Nosotras no habíamos ni bailado samba sobre su tumba ni nos habíamos portado mal en su clase en todo el trimestre. Estábamos tan confusas como el que más. Pues eso. Dentro conver.

[3/12 08:49-08:54] Muffie: Cada día me despierto más tarde y llego antes, debo tener un superpoder.
¿Recuerdas eso que he dicho de llegar pronto? No había contado el atasco xD.
Aunque realmente no hay mucho.
De hecho, se está dispersando en mi avance.
Ahora resulta que soy Moisés.
[3/12 08:54] Camino: ¿Vas a Patrimonio? Entonces voy contigo y hacemos frente común ante el demonio.
[3/12 08:54] Muffie: ¡CALLAOS, JUDÍOS, VOY A LIBERAROS!
A Marina no le importa.
De hecho ella sólo va porque va a devolvernos el texto que le dimos ayer.
[3/12 08:55] Camino: ¿Con ella quieres decir la profe?
[3/12 08:55-08:56] Muffie: No, yo. Ella Marina. Me gusta hablar de mí en tercera persona.
En Japón se considera kawaii. Y yo soy muy kawaii *dice Marina con cara de haberse comido un limón*.
[3/12 08:56] Camino: JAJAJAJA
[3/12 09:03] Muffie: ¿Alguien me puede explicar cómo es que he llegado antes que cuando me despierto a las 7 y media si hoy me he despertado a las 8?
¡Que alguien me lo puto explique!
[3/12 09:03] Camino: Magia. Antes a mí me pasaba, eran buenos tiempos. Te he debido de pasar el don.
[3/12 09:03-09:05] Muffie: Eso sólo me incita a despertarme cada día más tarde.
Voy a ponerme a bendecir a la gente por la facultad. Nunca se sabe, a lo mejor me hacen santa.
Santa Marina del buen dormir.
Yo lo veo.

¿Veis? Los superpoderes existen y no porque lo digamos nosotras, que a las pruebas nos remitimos.  Vale, esto no es exactamente lo que se dice un evento de mierda, pero es que el hecho de que hubiera Patrimonio y tuviéramos que acudir ya era bastante mierda para nosotras. Pero como ya os hemos dicho, y el que avisa no es traidor, esta no es la única anécdota de mierda que os traemos, aunque sí la más ilustrada y graciosa (y aleatoria).


La sucesión de eventos de mierda que viene a continuación tiene a nuestro Miguel Marina como protagonista y es respecto a lo que ya mencionamos arriba, que la pobre ha tenido una semana que parece que le ha mirado un tuerto muy cabreado (mi desgracia ha sido larga, triste e infeliz y quiero compartirla con vosotros porque así al menos alguien se ríe).

Esta historia comienza con una alegre Marina que volvía a casa tranquilamente después de un agradable día lluvioso junto a Camino. Como siempre, Marina caminaba de forma despreocupada por la calle mientras leía en su móvil, como lleva haciendo durante toda su existencia desde que los móviles tienen Internet (maravilla de la tecnología, he de decir. Porque me permite leer en cualquier lugar lo que quiera sin tener que cargar con cuarenta libros). Cuando, ¡oh, dramático giro de los acontecimientos!, dos jovenzuelos bellacos corrieron delante de ella sustrayéndole al momento el móvil de sus manos y desapareciendo entre los árboles del parque. Marina, valiente, temeraria y tonta como ella sola, procedió a perseguirles al grito de «¡Pero si está roto! ¿No véis que tiene la pantalla estallada?». Pero, como sospecharéis, estas tristes y patéticas declaraciones no ablandaron los duros corazones de los malhechores y, después de un periodo de 3 a 4 segundos, nuestra intrépida Marina lo dio por perdido y dejó de correr porque será valiente, temeraria y tonta como ella sola, pero también es vaga como nadie.
Triste y taciturna, llegó a su casa, donde bloqueó el teléfono de todas las maneras posibles y procedió a llevar a cabo el plan de recuperar su tarjeta y hacerse con otro móvil [cosa que no le costó mucho, porque tiene amigos maravillosos cuyos padres les regalan móviles que no necesitan y que no les importa donar. Y a los que, además, nunca les gustaron los móviles caros, lo que siempre ayuda a que este tipo de cosas no afecten demasiado (Esos amigos maravillosos, en caso de que lo estéis pensando, no son yo. Como burguesa baja, solo tengo un móvil funcional)]. En eso estaba nuestra desdichada Marina cuando se percató de algo terrible, algo espantoso, algo apoteósico, algo a lo que temen todos los millenials y con lo que algunos adolescentes tiene pesadillas: ¡Iba a pasar un día sin móvil! ¡Drama! Agony! ¡Doble de jalapeños! Tendría que pasar un día entero sin comunicación, sin contacto, sin Internet, sin leer, sin poder hablar con Camino… ¡y encima trabajando! ¡Desdicha! ¡El horror!
Nada fue nunca tan terrible y agónico como pasarme un día entero sin poder hablar con mi Chutu. Da igual lo que el gallego pueda decir sobre Marinas que roban móviles y que secuestran su WhastApp para hablar con Camino. ¡Eso es incierto! ¡Es mentira! ¡No ocurrió! ¡Nunca! ¡Solo fue una vez!
Como veis, fue una dura y traumática experiencia.


Además, como si aquello no hubiera sido suficiente, casi llega tarde al trabajo el día en el que fue a por el duplicado de su tarjeta SIM y no por eso comió. Y al día siguiente casi vuelve a llegar tarde al trabajo porque su metro se paró durante 10 minutos. Y al día siguiente del siguiente le echaron del metro durante más de 20 minutos. ¡Y al siguiente tuvo que cambiar de ruta por una retención de más de 4 horas en la línea! ¡Y paros! Desde el Club sospechamos que el metro tiene algo en su contra últimamente… o es solamente que tiene algo en contra del mundo en general y no contra Marina en particular (cualquiera de las dos cosas es igual de posible, para qué mentirnos).
Mi semana no fue muy mala, comparativamente. Dormí poco y tuve paros en Cercanías, como siempre, porque Cercanías es una puta mierda y solo funciona cuando le sale del potorro, pero bueno, sigamos financiando esa basura de empresa, pero en el trabajo los del departamento de PIIICENSURA tenían queso y me invitaron a queso así de sorpresa. Ahora son mis amigos aunque no lo quieran: cualquiera que me dé queso gratis se gana mi amistad eterna al instante. ¡Ah, y ese viernes trataron de robarme el teléfono móvil en el bus! No lo consiguieron, por suerte, pero estuvo al pelo de una gamba y estuve todo el día con flashbacks de cuando me robaron por la calle el dinero del título universitario. Y ese mismo día trataron de robar a una amiga mía de toda la vida también. Sospechamos de un complot mafioso. Algo malo está pasando.

Así que sí, Marina tuvo una sucesión de eventos terribles que terminaron dándole la sensación de que esa semana se había cruzado uno con toda una camada de gatos negros.


Y nada, pues aquí lo tenéis, un puñado de pequeñas desgracias que hemos sacado del cajón de las cosas que nos pasan para compartirlo con vosotros, porque estas cosas se llevan mejor si uno se puede quejar a gusto de ellas. De hecho, quejarse tendría que estar patentado como uno de los grandes placeres de la vida. Quejarse y dramatizar. Ahora no vayáis a copiarnos la idea, ¡ESTAMOS CORRIENDO YA PARA LA OFICINA DE PATENTES!

Hasta aquí la entrada de hoy, Miguelitos. Os deseamos que hayáis pasado una semana llena de torrijas y monas de Pascua. ¡Y que la lluvia no os haya amargado! (A mí nunca. Amo la lluvia y me encanta disfrutarla siempre que se puede). Además, aunque hayan sido pocos, ahí hay unos días festivos que por unas o por otras se van a poder disfrutar (y esos que pueden librarlo y cobrarlo ya son la hostia).


¡Enga, talué!

Con mucho amor y brillis brillis
Camino Marina

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