domingo, 17 de marzo de 2019

Coco y vainilla. Sí, en serio. Coco y vainilla.

¡Hola holita, Miguelitos!

¡Heyyyyyyy! ¿Qué tal? Nosotras bien. Hemos tenido una semana agitada [pruebas de alergia, ronchas, picor, trabajo, estrés, poco tiempo, ansiedad… ya sabéis, lo habitual (no os hacéis una idea de cómo ha ido nuestra semanita)], pero sobrevivimos. Somos unas supervivientes natas. Si nos dejarais en medio de una horda zombie probablemente… Eh… Probablemente muriéramos, ¿vale? ¡Pero es que esa es una situación extrema y no cuenta! (Además, soy muy lenta corriendo, ¿vale? ¡Mucho!)

En cualquier caso no es de nuestra supervivencia de lo que venimos a hablar aquí. O sí, porque hoy venimos a hablar de algo que nos preocupa mucho y muy profundo, ya que supone una tortura muy grande para nosotras. Estamos hablando de la propensión de la gente a perfumarse y echarse colonias con olores abominables con las que amenaza nuestra salud olfativa, mental y corporal (las odiamos tanto que si nos tocan es ácido). Sí, hablamos de esas colonias abominables. Como nuestras colonias más odiadas: vainilla y coco.

¿Por qué? En serio, ¿por qué? ¿Qué necesidad hay de ir cubierto de olores tan empalagosamente dulces? ¡Es repugnante! ¡Asqueroso! ¡Horrible!

Que oler a chocolate también es empalagoso, pero al menos tiene un toque amargo que lo alivia (colonias exclusivas de chocolate 70 % cacao). Aunque es verdad que las colonias de mora, fresa o frambuesa también son asquerosamente dulces. Y huelen terriblemente a adolescencia, cuando pensábamos que las colonias de frutas del Yves Rocher eran lo más cuando en realidad olíamos a macedonia pasada. ¿Por qué nadie nos decía nada? (El otro día volví a oler la colonia de frambuesa de dicha marca. Tuve un flashback enorme y una pequeña crisis de identidad) Flashbacks de guerra! ¡Flashbacks de guerra!).


Pero bueno, volviendo al tema del coco y la vainilla. Hay gente que voluntariamente (¡¡¡!!!) dice cosas como estas: «Me encanta entrar en los sitios y que huelan de manera especial, o que tengan su olor personal. En casa, intento que la ropa tenga ese olor a limpio y que la casa huela a vainilla y coco» (leído aquí). ¿¡POR QUÉ QUIERES VIVIR EN UNA CASA ATUFADA!? Porque ojo, que oler a galletas/bizcocho de vainilla no es terrible, eso huele bien, huele a horneado, ¡PERO LOS AMBIENTADORES Y COLONIAS DE VAINILLA Y COCO SON ASQUEROSOS! ¿¡Y cómo que «especial»!? ¿¡Qué tiene de especial y personal que algo huela como todos los sitios que huelen igual de empalagoso!? ¿¡ES QUE ACASO NO CONOCÉIS LA DEFINICIÓN DE ESPECIAL Y PERSONAL!?

De hecho, nos hemos tomado la molestia de investigar (poco, no hemos pasado de la primera página de búsqueda de Google) y hemos llegado a esto: «Recientes estudios han evidenciado que el olor de la vainilla nos trae recuerdos de la leche materna, lo que produce una sensación placentera que está siendo utilizada a nivel comercial para aromatizar tiendas y estimular las compras. La esencia de vainilla es considerada afrodisíaca y también tiene efectos relajantes y antiestrés, por eso se la utiliza para crear climas románticos pero también en las terapias de relajación, ya que reduce la ansiedad y alivia los síntomas depresivos». Bueno, ¿pues sabéis qué? ¡¡Es MENTIRA!! Si nosotras entramos en una tienda y huele a vainilla, salimos de allí por pies. No es relajante ni antiestrés, ni placentera (y nos jugamos lo que queráis a que la leche materna no huele a vainilla ni de Blas), nos presiona el cerebro y nos domina la nariz, hace que nos pique y PUAJ PUAJ PUAJ. O a lo mejor es que nuestras madres tenían horchata en vez de leche y por eso no funcionamos igual que el resto de la humanidad, ¿quién sabe?

Por cierto que el estudio no decía nada del aroma a coco. Normal. De entre los dos, la vainilla es el olor menos malo y el coco es el demonio (yo odio la vainilla igual, pero es verdad que puede quedar camuflada entre otros sabores y olores). Nadie con buen gusto lleva algo que huela a coco encima. Probablemente, que te regalen algo con olor a coco quiere decir que esa persona te odia salvajemente y quiere tu destrucción inminente.

Pudiendo oler a limón, a fresco, a ropa limpia, a algodón, a Nenuco… olores con clase, en definitiva, ¿por qué elegir oler como una tienda esotérica del Todo a 100? Nosotras somos tolerantes (a veces, pero con esto no mucho) y sabemos y predicamos a favor de que la gente está en todo su derecho de revolcarse el aromas nauseabundos si quieren, pero que lo hagan lejos de nosotras. Nosotras no tenemos la culpa de que su gusto sea espantoso. No tenemos por qué soportar ir tranquilamente en el metro y de repente ahogarnos en el empalague  de una de esas… cosas. Es que puaj. Esos olores se te meten en la nariz y te llegan al cerebro. Y encima hay gente que mezcla ambos y se atreve a decir que es que así «huele a vacaciones». ¡A vacaciones! ¿¡Qué clase de vacaciones huelen a que se te a atrofiado la nariz!? ¡Las vacaciones huelen a libertad, aire de montaña, crema solar (pero sin aromas tropicales, gracias), sal de playa, diversión, sol, nieve, cloro, césped! ¡¡NO A COCO Y VAINILLA!! Nosotras no querríamos unas vacaciones así.


Es que de verdad que no lo entendemos. 
De verdad.
De la buena.
En serio.
¿Qué coño?
No entendemos.
No.
Imposible.
No.


Con mucho amor y brillis brillis
Camino y Marina

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