¡Hola holita, Miguelitos!
¿Cómo estáis esta semana? Nosotras bien (menos mal: no sobreviviríamos a varias semanas de mierda seguidas. Nos daría un parrús*) quitando los pequeños dramas cotidianos usuales de estas fechas, como el calor y el cansancio. De hecho, el domingo fue genial porque vimos Mamma Mia 2 y nos volvimos a enamorar. De Cher. Cher es tan maravillosa. Esperamos que vosotros también estéis bien, que nos encontramos generosas, y que también adoréis a Cher. Como cantante y como icono de fabulosidad absoluta.
¡Bueno! Esta semana os queremos hablar de algo que las Migueles llevamos pensando hacer (y aún no hemos hecho, pero lo haremos) desde la carrera (o lo que es lo mismo, desde el principio de nuestra amistad, lo que significa que nuestra amistad se cimentó sobre estas cosas). Es un tema serio, muy serio, un gran plan que reúne todos los rasgos predominantes de nuestra personalidad (la rareza y el caos) y que realmente nos hace mucha ilusión llevar a cabo. ¿Estáis preparados para leer nuestro increíble máster plan? Agarraos, que es impactante:
«Cómo hacer que te echen de un bar irlandés y cómo colarse de nuevo sin que te reconozcan».
…Sí, lo sabemos. Poniéndole nombres a las cosas no tenemos precio. Es un arte que hemos desarrollado al máximo. Y nuestros planes también son la polla. También lo sabemos.
¡Pero bueno! Vamos a explicaros nuestro plan paso por paso, por si vosotros también queréis llevarlo a cabo: después de todo, la estupidez y el caos genialidad no tiene por qué estar exclusivamente dedicada a nuestros actos y planes. ¿Estáis preparados? Esperamos que sí, la rareza grandeza no espera a nadie. ¡Adelante!
1. Seleccionad un bar irlandés. El que más os guste o el que más rabia os dé. (Es muy importante que sea irlandés porque si no, no es lo mismo y hay que cambiarle el nombre al plan).
2. Entrad y pedid una Guinness para comenzar a mezclaros con el entorno (a mí no me gusta mucho la Guinness, pero si uno va a bares de temática irlandesa, HAY que beber Guinness. Si es negra, mejor). (Mmm... cerveza negra).
3. Poneos finos filipinos a alcohol. Dicen que los irlandeses son unos borrachuzos. Superadlos. Vosotros podéis. Vuestro hígado tal vez no pueda, pero vosotros seguro que sí. Ánimo. (O, si no queréis generaros una cirrosis, fingid la borrachera. Pero nada de ser borracho digno. Hay que ser borracho catastróficamente alcoholizado. De los que dan vergüenza ajena. Por eso mismo el alcohol os ayuda a sobrellevar la vergüenza, si es que aún tenéis de eso).
4. Poneos en evidencia de tal forma que os echen del local (esta parte del plan todavía no la tenemos refinada del todo, aún no hemos decidido qué es exactamente lo que vamos a hacer, pero barajamos opciones como imitar/burlarse de san Patricio o hacerse pasar por un leprechaun, aunque tampoco descartamos el típico subirse a bailar muy penosamente en la barra, amorrar el hocico al grifo de cerveza, comenzar un concierto de eructos en la cara del camarero o intentar ligar con el novio/a de alguien muy, muy grande, aunque esto último podría perjudicar nuestra salud de forma estratosférica) y os digan que ni de coña vais a volver a poner un pie en el bar mientras viváis.
5. ¡Hora del disfraz! Este es el momento de camuflar de una forma obviamente cutre vuestra persona. Nosotras hemos seleccionado la opción «Señor»: sombrero de copa, monóculo, bigote y bastón. Ah, y actitud señorial y digna. Si uno es caballero, lo es hasta la punta del bigote.
6. Acercaos de nuevo al bar y tratad de entrar de nuevo. Si alguien (por razones desconocidas) no se cree que realmente seáis señores (lo dudamos, seguro que seréis fantásticos señores), ¡es el momento de desempolvar todas vuestras dotes de actuación! Poned vuestro mejor acento británico y recalcad una y otra vez que vosotros sois señores y que no tenéis nada que ver con otras personas que no sean señores. De hecho, si cualquiera os pregunta vuestro nombre, la respuesta es y siempre será «Mi nombre es Señor». Frases como «¿You? ¿You nou ser chicah loucah! ¡You ser Señour!», «Caballerou, ¿pour quién me toumah ushted? ¡Semejhante oufensah nou quedaráh sin resarsir! ¡Le desafíou a un duelou!» o similares pueden ayudaros a ser más convincentes (¿Quién no se creería que está hablando con un señor si te dicen esto?) (Porque solo un loco se haría pasar por un señor sin ser un señor).
7. Volved a entrar, pedid otra Guinness, bebéosla y, una vez la hayáis terminado, arrancaos dramáticamente el disfraz y gritad «¡JÁ! ¡PENSÁBAIS QUE ME HABÍAIS VENCIDO, PERO AQUÍ ESTOY DE NUEVO! ¡EN REALIDAD NO SOY SEÑOR! ¡SOY YO!» (aunque sabemos que siempre se es un poco señor en el interior). Este es el momento perfecto para irse corriendo y riendo como un maníaco, disfrutando de vuestra obvia superioridad señoril. Además, si podéis atizarle con vuestro bastón a alguien a la salida o pegarle el bigote en la calva a otro alguien, que no necesariamente tiene que ser el mismo alguien, mejor. Y luego soltad una tarjetita de visita que ponga «El Club de los Migueles estuvo aquí», aunque solo sea por darnos algo de crédito, que por algo el plan es nuestro.
Como veis, es un plan versátil, así que si os conviene mejor otro, siempre podéis aplicarlo. Podéis no ir a un bar irlandés, aunque entonces tenéis que cambiarle el título al plan. Tenéis la versión sueca, que es con mucha hidromiel y disfrazados de vikingos. O la versión británica, que es al revés, primero sois señores y luego volvéis fingiendo ser vosotros mismos. ¡Podéis ir a un ruso! O a un árabe, ¡lo que vosotros queráis! Y podéis no ser señores si el aire digno y señorial no va con vosotros. Podéis ser princesas, ranas oligofrénicas, unicornios, o Voldemorts. Podéis ser lo que queráis ser, Miguelitos, en eso consiste la magia *sparkles sparkles*.
Y hasta aquí el tutorial de hoy, recordad que la clave no está tanto en el disfraz como en convencer al resto de que sois un señor y nunca habéis sido otra cosa más que un señor. Nosotras poco podemos deciros más, porque señor se nace y no se hace, y eso ya depende más de vosotros que de nosotras. Recordad que os queremos muy mucho, como la trucha al trucho, aunque resultéis ser veganos. Besis.
*Parrús: chungo, jari, ataque.
7. Volved a entrar, pedid otra Guinness, bebéosla y, una vez la hayáis terminado, arrancaos dramáticamente el disfraz y gritad «¡JÁ! ¡PENSÁBAIS QUE ME HABÍAIS VENCIDO, PERO AQUÍ ESTOY DE NUEVO! ¡EN REALIDAD NO SOY SEÑOR! ¡SOY YO!» (aunque sabemos que siempre se es un poco señor en el interior). Este es el momento perfecto para irse corriendo y riendo como un maníaco, disfrutando de vuestra obvia superioridad señoril. Además, si podéis atizarle con vuestro bastón a alguien a la salida o pegarle el bigote en la calva a otro alguien, que no necesariamente tiene que ser el mismo alguien, mejor. Y luego soltad una tarjetita de visita que ponga «El Club de los Migueles estuvo aquí», aunque solo sea por darnos algo de crédito, que por algo el plan es nuestro.
Como veis, es un plan versátil, así que si os conviene mejor otro, siempre podéis aplicarlo. Podéis no ir a un bar irlandés, aunque entonces tenéis que cambiarle el título al plan. Tenéis la versión sueca, que es con mucha hidromiel y disfrazados de vikingos. O la versión británica, que es al revés, primero sois señores y luego volvéis fingiendo ser vosotros mismos. ¡Podéis ir a un ruso! O a un árabe, ¡lo que vosotros queráis! Y podéis no ser señores si el aire digno y señorial no va con vosotros. Podéis ser princesas, ranas oligofrénicas, unicornios, o Voldemorts. Podéis ser lo que queráis ser, Miguelitos, en eso consiste la magia *sparkles sparkles*.
Y hasta aquí el tutorial de hoy, recordad que la clave no está tanto en el disfraz como en convencer al resto de que sois un señor y nunca habéis sido otra cosa más que un señor. Nosotras poco podemos deciros más, porque señor se nace y no se hace, y eso ya depende más de vosotros que de nosotras. Recordad que os queremos muy mucho, como la trucha al trucho, aunque resultéis ser veganos. Besis.
Con mucho amor y brillis brillis
Camino y Marina
*Parrús: chungo, jari, ataque.
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