domingo, 9 de diciembre de 2018

La educación está sobrevalorada o por qué comer helado como sapo oligofrénico es más gratificante.

¡Hola holita, Miguelitos!

¡Hey hey hey! (o casi mejor ¡Ho ho ho!, porque madre mía pero el tiempo ha pasado muy rápido, ¿qué ha pasado además del tiempo?). ¿Cómo lo lleváis? ¿Bien, mal, regular, fatal, superestupendamente? [No os preguntamos el qué o cómo lo lleváis. No queremos meter(n)os en líos legales por si lo que lleváis son cosas raras (aunque lo apoyamos en caso de que esas cosas raras sean divertidas)].
Hoy os traemos una de nuestras profundas reflexiones sobre el ser humano y la actualidad porque nos gusta enriquecer vuestro conocimiento y debatir sobre cosas que no le importan a nadie como el hecho de que los huevos sean los óvulos de las gallinas. (Y si esto os parece asqueroso, no os merecéis comer un huevo frito en vuestra vida de nuevo).

En este caso os venimos a hablar de la educación. Los Migueles, como buenos Señores que somos (Señores con S mayúscula, claro está) tenemos una educación envidiable (independientemente de los eructos que nos echamos) y, como personas educadas que somos, entendemos la importancia de dejar salir en el metro antes que entrar (que, por otro lado, parece que somos de las pocas personas que lo respetan), de pedir perdón  [excepto si se pide perdón a una farola/maniquí cuando chocas con ella, lo que es incorrecto, pero aun así divertido (me ha pasado. El maniquí no respondió. Ya no los educan como antes)], de solicitar las cosas por favor y dar las gracias (la mayoría de las veces. Solo si son gracias merecidas), pero eso no quita para que pensemos que algunas normas sociales nos parezcan absurdas.

Como, por ejemplo, esa que exige estar obligado entablar conversaciones de ascensor con desconocidos o saludar a un conocido si lo ves por la calle aunque es obvio que ninguno de los dos quiere saludarse. Sabéis esos momentos, ¿no? Son incómodos. Os divisáis en la distancia y pensáis «Mierda, me ha visto. Y sabe que le he visto. Debería saludar» así que os dirigís el uno al otro con una sonrisa de circunstancias en los labios (yo normalmente intento hacerme la loca porque real realmente no quiero hablar con esas personas), os saludáis en voz alta y como con mucho entusiasmo falso y os preguntáis cosas banales alargando una conversación insulsa y que no va a ninguna parte mientras solo podéis arrepentiros de no haber dado la vuelta y haber echado a correr hacia la Cochinchina nos estamos yendo por los cerros de Úbeda, ¿verdad?

En fin, que como estas, hay muchas normas sociales bajo la etiqueta de ser acciones educadas que no entendemos ni comprendemos. Y de la que queremos hablaros hoy es la que se lleva la palma. Si hay una norma social con la que no estamos nada de acuerdo (porque ser sociable no cuenta como norma social) es que haya que comer helado como si en realidad uno no quisiera comer helado.

Como si uno no quisiera darle lametazos entusiásticamente con cara de velocidad y ponerse perdido de delicioso helado hasta las cejas. No, la sociedad exige que lo comas en pequeñas porciones, con cucharita y compostura de británico disfrutando del té de las cinco de la tarde. Para empezar es que, seamos sinceros, alguien que come helado de forma tan modosita no puede estar disfrutándolo. A ver, ¿qué tiene de malo comerlo como si no coordinaras tus extremidades? ¿Qué malestar puede suponerle a nadie que nosotras embadurnemos nuestras caras con mucho helado? Además, esa norma no tiene sentido, porque se disfruta mil veces más comiéndolo de forma desordenada y completamente insultante para la vista que de forma educada. Y debéis saber que sabemos muy bien de lo que hablamos (sabiamente) y no porque nos las demos de intelectuales, que también, sino porque lo hemos comprobado empíricamente. Aquí las Migueles, que siempre hemos disfrutado de comer helado como si fuera nuestro único alimento y hubiéramos estado pasando hambre por dos años enteros, nos extrañábamos continuamente al ver que la gente solía comerlos con compostura y comenzamos a cuestionarnos nuestra vida (también porque ha habido gente que nos ha dicho, con muy poco tacto, que parecemos cabras comiendo una lata cuando nos ofrecen un helado. Semejante desfachatez. Pf) (Es una gran ofensa para la cabra. Y para la lata). Así llegamos a la pregunta que hoy nos ocupa: «¿acaso existe algún tipo de placer especial por comerlo de forma correcta que nosotras nos hemos estado perdiendo por seguir nuestros más bajos instintos?».

Así que con eso en mente y porque, aunque personas absurdas, somos principalmente científicas sociales, hicimos la prueba cada una por nuestra parte (para no influenciarnos la una a la otra porque nos conocemos muy bien y somos muy profesionales y si hacíamos el experimento juntas podríamos terminar comiéndonos el helado con las manos fastidiándolo todo) y compramos unos deliciosos helados que decidimos comer con mesura y tranquilidad. Así que, con conocimiento de causa ¡qué forma tan espantosa de desaprovechar un helado! En serio, ¿a quién se le ocurriría semejante locura? No solo le quita todo lo divertido, ¡sino también el sabor! ¡El arte! Sin todo eso solo es algo frío difícil de comer. ¡Para eso nos comemos la pizza congelada directamente metiendo la cabeza en la nevera! ¡Así al menos se nos enfrían las ideas!

Para empezar, no darle lametazos y comerlo con cucharilla es raro. Desaprovechas la oportunidad de lamer, que es divertido (guiño, guiño) y a cambio, rechupeteas plástico en lugar de más helado. Para seguir, ¡solo puedes consumir pequeñas cantidades! ¿¡Por qué os haríais eso a vosotros mismos!? Para seguir, la cuchara no te permite la variedad de lamidas y mordidas que el simple hecho de no usar cuchara ofrece (GUIÑO, GUIÑO). ¿Qué pasa si a mi en vez de lamidas de gato me apetece arruinarme los dientes con un gran mordisco? Y luego está el hecho de morder la punta del cono (aquí mejor no guiño) (Yo si, que siempre he sido muy salvaje). Porque, vamos a ver, ¿quién no lo hace en algún punto? Que levante la mano quien se resiste a, una vez ya devorada la mitad del cucurucho pero todavía con helado dentro, morder la punta del cono y sorber el resto del helado con fruición. ¡Nadie! ¡Comer helado así debería ser ley universal!

En definitiva, la educación debería dictar que la forma correcta de comer helados es sin ninguna educación porque es un placer que debe disfrutarse a la manera de cada uno y ensuciándose mucho a ser posible. COMED HELADO COMO OS DICTE VUESTRO CORAZÓN. NO OS DOBLEGUÉIS A LA ESTUPIDEZ SOCIAL. SEMEJAD A CABRAS COMIENDO LATAS. SED FELICES. ENSUCIAOS. PONEROS PEGAJOSOS.  EMBADURNAOS, LAMED, MORDED. (¿Esto está quedando muy porno o me lo parece a mí?). ¡VIVAN LOS ORGASMOS GUSTATIVOS! (Antes no, ahora creo que sí).

Y hasta aquí la entrada de hoy sobre educación y comer helado. Recordad que las normas están ahí para saltarlas y que nosotras siempre apoyaremos cualquier cosa que hagáis con un buen helado de frambuesa, por muy ilegal que esto parezca. Aunque si lo que hacéis con él es compartirlo con nosotras ¡mejor que mejor!

Con mucho amor y brillis brillis
Camino y Marina

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